Amarte sí que es una odisea
y no cruzar los mares que te acotan
en isla, en paraíso encrucijado
por donde vagan bestias sin ojos
y más que ellas, ciego me recibe
el incendio de soledades al tocarte.
Sentirte y saberte lejano,
no hay embrujo más fuerte
ni canto de sirena que me atraiga
más allá de ti
del ánfora sellada de tus besos.
Amarme sí que es una odisea,
Casiopea ya quisiera para sí
la miríada de estrellas que colapsan
cuando te tengo en mí. Y ya sé que esto es ajeno,
ya lo sé, y los narcisos que adoraré
en tu nariz de emperador,
y el laurel que soy de ti, apolíneo,
pero así es de grande esta cruzada,
helénica y romana en sus gobiernos,
una Troya traicionada antes de tiempo.
No hay paso más terrible,
por más que lo pretendan Escila y Caribdis
que la invocación de andenes separados,
donde el baile de alaridos y ventanas
divide eternidad en infinito
lejos y para siempre hasta encontrarnos
tejiéndote, tejiéndome, entretejiéndonos.
No cortéis los hilos, Moiras,
aunque sea vuestro origen, fin, mandato,
pues no hay cabos sueltos ni nudos gordianos
en los que nuestros destinos
terminen por separado.
Amar sí que es una odisea
y cruzaría la tierra hasta encontrarte
y cortaría el océano parte a parte
si para seguir amando necesario fuera.
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