Qué grandes son los sueños cuando aún somos pequeños, pues no tenemos miedo de que echen a volar.
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Duermes y me adentro en tu sueño; sueñas y soy, por un instante, lo que anhelas. Entonces despierto.
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Y quiero que entiendas que ganes o pierdas siempre voy a estar contigo, aunque te marches y vuelvas o nunca más regreses, porque eres mi amigo.
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Y aunque a veces te parezca que no hay nadie que te entienda, que te anime y se de cuenta de que vales más que nada no estés triste porque voy siempre contigo, no estés triste porque siempre podrás contar conmigo.
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A veces los sueños se nos quedan pequeños de tanto vivir...
martes, 25 de agosto de 2009
Regreso a casa.
Oigo susurros detrás del espejo, los sueños vuelan a sus hogares. El regreso a casa siempre está lleno de despedidas, más o menos llevaderas, porque el origen está en casa y las raíces reclaman su lugar en el corazón, clavándose tras un tiempo sin ellas, como para recordarnos que jamás podremos olvidarlas, porque son la base de nuestra vida. Regreso al hogar, dulce nostalgia. Tengo morriña de emociones, pero ahora que me vence el cansancio, da igual. Descansar. Descansar. La cama me da la bienvenida mejor que cualquier aroma cotidiano. La almohada sigue guardando los secretos bajo mil y una noches. Contaremos mil más, para poder dormir. Sueño. Sueño. Y es la corriente mi mayor regazo, el agua oscura me recibe con los brazos abiertos. Despertar. Despertar. Un beso de luz; la mañana punteada me levanta. No logro encontrar las palabras, pero ahí está esa sensación de que este es el lugar al que pertenecía y seguiré perteneciendo en parte toda mi vida.
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