lunes, 17 de mayo de 2010

Entre el cielo y el infierno. (I)

Hoy vengo con dos novedades. La primera, que a partir de esta entrada entro -valga la redundancia- en hiatus hasta que acaben los exámenes. La segunda, que por fin me he animado a escribir algo medianamente largo. O al menos, así planeo que sea. He comenzado a escribir una historia corta, con dos personajes principales: Luthien, un demonio, y Azazel, un ángel. Los dos van a parar a un cuerpo humano por razones distintas. De alguna forma, sus caminos se cruzan, y dependerán el uno del otro si quieren seguir con vida. De momento sólo tengo pensado el desarrollo de Luthien a lo largo de la historia. Lo iré dividiendo en partes, porque tengo mucho pensado y poco escrito, y hasta que no acaben los examenes no voy a tener mucho tiempo para escribir. Aquí dejo el comienzo de la historia.

I

Luthien y Azazel no son de los que creen en algo.

Ya tienen muy visto todo el rollo del cielo y del infierno, y dios no está por ninguno de los dos sitios. Ni dios ni algo parecido, a decir verdad. Así que su fe en el destino -su fe en algo, por lo general- es nula. Pero tienen que reconocer que si hay alguien que maneje los hilos allá arriba, se tiene que estar descojonando de su situación.

Luthien 

Se siente prisionero en ese cuerpo humano. Toda esa carne, los músculos, la sangre. Sobretodo la sangre. Es molesta, caliente, densa, la siente moverse dentro de él, recordándole que es un intruso. Como si le gustara lo más mínimo esa prisión de mierda.

"Cuando cumplas la misión podrás volver, tienes que aprender a obedecer órdenes".

Es un castigo, Luthien lo sabe, pero no les dará el placer de verle fracasar. Así que ahí está, mirando su reflejo e intentando mover los músculos de la cara a su antojo, aunque es difícil, siempre acaba arrugando la nariz y frunciendo el entrecejo, en una eterna mueca de asco. Si al menos pudiera sentir algo más que desprecio por toda esa maldita raza quizás hasta podría intentar sonreir, pero no hay nada en la situación en la que se encuentra que le haga gracia, ni siquiera la perspectiva de matar a un lider humano con tortura incluida.

No es que no le guste matar, no, disfruta haciéndolo tanto como los humanos disfrutan con el sexo, es que tiene que hacerlo en secreto, sin que nadie se entere, sin dejar una sola pista que inculpe al hombre que está poseyendo, porque cuando la misión concluya no puede destrozar su cuerpo para liberarse.

Es una de las nuevas reglas que ha impuesto Devon recientemente, tan solo porque tiene el poder de hacerlo, y las ganas de joder también.

Por su culpa Luthien tiene que hacer uso de la memoria profundamente egocéntrica de ese humano de piel morena, ojos marrones y pelo castaño oscuro para moverse entre los hombres sin levantar sospechas.

Ahora está de "vacaciones", un concepto que no acaba de entender, pero que le da la libertad para hacer lo que quiera durante dos semanas. Ha decidido empezar por lo más difícil, pero que considera que es lo más importante: el lenguaje corporal. Curiosamente es algo que a los hombres les pasa desapercibidos, aunque lo tienen en cuenta de forma constante.

El primer día que se paseó por las calles de Galena se dio cuenta de que la gente se apartaba de él.

Luthien no entendía qué estaba haciendo mal: andaba bien, vestía de forma normal según la moda del país y no hacía ninguna conducta extraña. Pero por alguna razón, y pese a la corriente de personas que inundaba las calles comerciales a las doce de la mañana, nadie se acercó a él más de medio metro. Así que entró al primer hotel con pinta decente que vio y cogió la habitación 114, que tenía dos grandes ventanales orientados al patio interior del hotel y una terraza con vistas a una playa de aguas tranquilas.

Dedicó un día y una noche a observar a los humanos.

Nunca antes había hecho algo parecido, eran como insectos molestos que pisaba o dejaba vivos según lo cerca que estuvieran de sus pies, pero se dio cuenta de que eran criaturas más complejas de lo que había pensado.


(Continúa por aquí)

domingo, 16 de mayo de 2010

Tiempo.

Sólo necesito tiempo, tiempo de estrellas dibujando atardeceres en tu cuerpo, tiempo de pasiones diluyendo alboradas en tus brazos, tiempo de ilusiones tatuando cielos en tu piel, tiempo de besos delineando esperas en tus labios.

Sólo necesito tiempo para amarte.

sábado, 15 de mayo de 2010

A veces ocurre.

A veces ocurre que la noche es demasiado larga
y los sueños muy cortos
y que juegan los fantasmas en el borde de la cama.

A veces ocurre que la vida es un trago de tequila
y vamos buscando la sal y el limón
en otros, siempre en otros,
y nos sobra bebida pero no corazón.

A veces ocurre que pintamos mañanas
y el pincel es tan fuerte que se rompe el papel
y por esa grieta los sueños se escapan,
la esperanza se escapa y la paciencia también.

A veces ocurre que despierto sola,
que camino perdida, que vuelo a oscuras,
a veces ocurre que no sé quién sobra:
¿el camino o el destino? ¿la luz o la sombra?

A veces ocurre que tropiezo contigo,
que confundo tu nombre con la voz del silencio,
a veces ocurre que me paro y elijo
y nunca queda uno en la balanza del olvido.

A veces ocurre que pienso sin cuidado,
que siento mucho o me importas muy poco,
a veces ocurre que dos son demasiados,
que le temo a perder si soy yo la que ata los cabos.

A veces ocurre que el amor es extraño,
que confundo ser libre con la soledad,
que vivir es vivir siempre a mi manera,
que no tengo ni costumbre ni ganas de negociar.

martes, 11 de mayo de 2010

Nana.

No es tiempo de llorar, mi niño,
la tormenta es fuerte, pero estás a salvo
yo te protegeré de todo, del frío y del viento
y no dejaré que nada te haga daño.

Podremos alcanzar el horizonte
cuando estés listo para desplegar las alas
sé que es difícil levantar el vuelo,
pero si somos dos, se esfuma el miedo.

Y si sirve de algo, te diré que eres fuerte,
que puedes y debes conquistar tus ilusiones
y si el tiempo se para para estar a tu lado
te diré que no es justo condenar al pasado,
que la vida es un río que jamás se detiene
y que estoy a tu lado; a tu lado, por siempre.

No es tiempo de llorar, mi niño,
las estrellas te sonríen y te guían
para que puedas encontrar una salida:
hoy brillan para ir contigo.

Te enseñaré a crear un sol de invierno
por si la oscuridad llega a helar tus días
y en su luz encontrarás tus sueños,
y en su calor, tu corazón y tu valentía.

Y si sirve de algo, te diré que eres fuerte,
que puedes y debes conquistar tus ilusiones
y si el tiempo se para para estar a tu lado
te diré que no es justo condenar al pasado,
que la vida es un río que jamás se detiene
y que estoy a tu lado; a tu lado, por siempre,
y que estoy a tu lado; a tu lado, por siempre.

lunes, 10 de mayo de 2010

Primavera.

Las horas espían a la primavera que se echa a dormir, al verano que se despereza y ríe presintiendo que ya le llega el turno de actuar. El cielo transforma el sol para que ilumine de una forma diferente, para que haga las cosas más nítidas, más corpóreas, lo ajusta de tal manera que los amaneceres son afilados y los atardeceres se difuminan y alargan, como una pincelada de acuarela. El tiempo huele a flores, al rocío de la hierba. A mucha gente le encanta, el olor a cesped húmedo, pero realmente prefiero cuando está recién cortado y casi puedes sentir el millar de heridas sangrantes sanando, como una promesa de victoria. Y el aire... el aire es mágico, cargado de sueños, de expectativas, de deseos a punto de cumplirse y de risas frescas.

Adoro la primavera, porque es la vida en su justa medida, a punto de estallar.

domingo, 9 de mayo de 2010

¡Cambio de look!

Le he hecho un lavado de cara al blog. Sigue la línea en base negra de antes, pero ahora tiene un estilo mucho más romántico. El skin original se llama "Language lover", obra de if-ever.

He hecho unas cuantas modificaciones, añadiéndole mi toque personal. Aún queda retocar algo el código de la barra lateral y tal vez añada algo de música, pero está prácticamente listo.

Espero que os guste, porque a mí me encanta y se va a quedar así hasta el final de los tiempos -o hasta que me canse de él, lo que ocurra antes-.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Un tiempo para dos.

Su instinto le grita órdenes contradictorias que oscilan entre la huída y la aproximación. Finalmente vence el impulso de acercarse y Laura se deja atrapar, como una Eva reencarnada que cae en la tentación.

Rafael sonríe complacido y deja que sea ella la que le quite la ropa, aprovechando que tiene las manos libres para deslizar las manos por debajo de su blusa, subiendo poco a poco por su vientre hasta llegar a la parte baja del sujetador, que delinea lentamente con los dedos.

Las manos de Laura son como un vendaval que recorre todo su cuerpo, como si estuviera en todas partes y en ninguna a la vez, y Rafael decide distraerla un poco para que baje el ritmo. Hunde su boca en la de ella, incitándola con su lengua hasta que nota las manos de Laura enredarse en su pelo, exigiéndole más. Laura sonríe contra su boca cuando él le muerde el labio inferior, y sus dedos bajan erráticamente por la espalda hasta que llegan al borde del pantalón.

Rafael le desabrocha la blusa con dedos torpes por la excitación mientras ella lucha con la hebilla del cinturón.

Se separan apenas unos segundos y vuelven a besarse como si respiraran a través del otro. Las prendas van cayendo al suelo como hojas secas, y de alguna forma llegan hasta la cama. Laura se gira hasta quedar encima y el tiempo parece detenerse unos instantes mientras los dos se miran con una mezcla de deseo y de anhelo.

El pelo de Laura cae en guedejas de caoba que les aíslan del resto del mundo, y ambos se dan cuenta de que en algún momento han dejado atrás no sólo su ropa, sino también su pasado y su futuro, que ese es un momento para ellos, y que están desnudos en todos los sentidos posibles. Y en ese mismo instante, lo que hasta entonces había sido lujuria se transforma en algo más dulce, más sólido y lento.

Rafael se incorpora hasta quedar sentado y Laura le abraza con piernas y brazos, hasta que están tan juntos que sienten los latidos del otro como los propios, danzando bajo la piel con pulso firme y rápido. Los segundos se escapan, sus respiraciones se acompasan y ninguno se mueve. Finalmente Laura levanta la cabeza, coge el rostro de Rafael entre sus manos y se besan con languidez y ternura, como si tuvieran todo el tiempo del mundo por delante. Él la tumba lentamente y acaricia su cuerpo mientras ella desliza su lengua por su cuello, dedicándole especial atención a la piel suave detrás de la oreja y a la depresión entre el esternón y las clavículas.

Se recorren centímetro a centímetro, con la boca, con las manos, con la mirada y cuando ya no queda un pedazo de piel sin explorar se funden el uno con el otro, Rafael hundiéndose entre las piernas de Laura, como una luz esquiva que se cuela entre las rendijas, Laura atrapándolo cadenciosamente en el abismo de su vientre. Ya no son capaces de escuchar, de saborear, de ver o de oler, todas las fibras nerviosas parecen concentrarse en el sentido del tacto, estallando en llamas allá donde sus pieles se tocan, convirtiendo cada simple roce en un estremecimiento y cada movimiento en un gemido sordo. Aceleran el ritmo, la fricción aumenta y el sudor de ambos se mezcla entre las sábanas.

El tiempo, tan relativo desde que sus miradas se encontraron en la playa al atardecer, empieza a contar ahora por el sonido que hacen sus cuerpos al chocar. Afuera corre la noche matando estrellas, pero ellos están a salvo del mundo y su mortalidad, inmersos en su propio universo compartido. Pero como todo lo que nace, su fin se acerca con cada latido perdido al borde del orgasmo, que les recorre como una corriente eléctrica, dejándolos exhaustos.

Rafael estrecha a Laura contra su pecho, ella consigue agarrar la esquina de la sábana con la punta de los dedos y cubre sus cuerpos entrelazados. Apoya su cabeza en el hombro de Rafael y cierra los ojos con pereza, preguntándose en qué momento despertará sola en su habitación. Él entierra la nariz en su pelo y piensa que en cuanto se duerma su olor a canela se transformará en el olor a recién pintado de su apartamento. Pero los dos están demasiado satisfechos y cansados como para que puedan resistirse al sueño.

Y la mañana les sorprende durmiendo juntos en la misma cama.