jueves, 29 de julio de 2010

A contracorriente

La vida sólo puede entenderse yendo hacia atrás, pero debe vivirse hacia delante.
El curioso caso de Benjamin Button.

Cierro los ojos y todo lo que aparece es el río del olvido llevándose el aire a su paso. Es extraño fingir que no nos arrastra con él, que no nos lleva hacia el océano mortal en el que todos sucumbimos. Pero es lo que nos da esperanza, pensar que la inmortalidad nos agarrará del brazo y nos subirá a la superficie firme donde se enraizan los árboles del amor, el odio y el destino, y que, a partir de ese momento, toda nuestra vida irá a contracorriente.

jueves, 22 de julio de 2010

Amanecer en el jardín oscurecido.

Desenredo el sol de tus pestañas
dormidas, aleteando promesas
en la bruma de los sueños
exiliados.

No remontan las flores
en mi cama, tal vez es otro
vuelo de comillas
que ha de cerrar el trazo de tus dedos.

Repaso tu sonrisa
sin prisa, aún es pronto
para perfeccionar
mi nombre en tus labios secos
como pétalos ausentes. No llegan
a ocultarse las espinas, pero el corazón
no duele en este amanecer
en el jardín oscurecido de tu cuerpo.

Resuenan susurros hilvanados
diestramente por las horas
del ruiseñor y los pasos
de fronteras que se rompen
con tu despertar silban en la última
puntada. No hay agujas de pino
anidando en tu pelo, no hay
azahares ni magnolias pendiendo
de tus manos, pero hueles
a rocío y a romero y sí,
para mí eso es más que suficiente.

viernes, 16 de julio de 2010

La oruga.

Camina la oruga verde sobre el asfalto
gris y el campo desteñido de colores
se desangra a lo lejos, malherido
de horas a la espera de la lluvia.

"El corazón no pesa cuando escapo"
me confiesa brillante la mañana,
y se deshace lenta la despiadada
estela del olvido. Persigo los pasos
de la oruga y comparto mi camino solitario
en cada laberinto imaginado.

Divido mi figura entre la sombra
de su destino cien veces
dibujado en el cemento. Y ríe
verde toda ella cuando
me pierdo a partes descoordinadas.

"No sabes transformarte" me reprocha
la oruga, "tu tiempo sólo es tierra
oscurecida por la aurora,
desierta y disgregada"
y se endurece el humo en sus palabras
mientras la luz se extingue
y el crepúsculo nos encierra
en su crisálida de estrellas.
 
Cuando ciega el sol de medianoche
se despide de mí una voz alada:
"que tu transformación no dure
para siempre".

Y el eco de su vuelo
se desvanece al borde del amanecer.

miércoles, 14 de julio de 2010

La insoportable inmortalidad del ser.

I

La historia es una vieja carretera
que se adentra en el bosque de la memoria
ajena, siempre ajena, dueña de voz
y ramas y raices.

El susurro del viento
desgasta la piedra lentamente
en la batalla de la soledad. Y pierde
los recovecos más oscuros,
donde se hunde en el fango
el paso de lo soñado y la huella
de todo lo vivido.

II

El corazón, salvaje laberinto, se llena
de espinas cuando llega a destiempo
el insólito viajero
de la revelación. Y allí encuentra
maniatado de rosas eternas
al rapaz del silencio con las alas cortadas.

Enrojece la sangre a la espera
de la inmortalidad enmudecida:
la vida al otro lado del sonido
es una muda sonata eternizada
en el compás de otras madrugadas.

Pero es de noche aún para este cielo.

III

El polvo de los siglos está
teñido de colores imposibles
y cae sobre los árboles, pero
las hojas no están tristes
porque su sombra lleva
retazos de deseos
y en ellos se refugian los secretos compartidos.

IV

Ya estoy perdida de nuevo
en el nudo gordiano del olvido,
pero a la espada del mañana le queda
poco para estrenar su filo.

Fiel a la rutina de milenios,
finalmente gritará el cielo
mi nombre al norte de la aurora.

domingo, 11 de julio de 2010

Noches en vela.

I

Horas que pasan buscando el invierno,
sobran las mantas, la cama y los cuerpos,
vuelta tras vuelta se escapan los sueños:
¿dónde se esconde el camino hacia el cielo?

II

Si me faltara tu voz de secretos ahora
no intentaría cambiar el silencio,
es mi memoria una nana de sombras
que hace que duerma la piel
y se enfríe el infierno.

III

Por cada deuda que le tengo al sol
cobra la luna su parte en calor
y se derriten estrellas
que caen como lluvia al colchón:
crece el mar de deseos y tú
llevas y traes las mareas
de todas mis noches en vela.

IV

Habla y susurra, que estamos a oscuras,
cuéntame un cuento de contar los dos,
que el tiempo a solas se vuelva locura
y ya que la vida es un sueño
soñemos despiertos vivir el momento,
tener corazón...

lunes, 5 de julio de 2010

Entre el cielo y el infierno. (II)

Primera parte por aquí.

Estaban los niños, por ejemplo. Eran humanos en miniatura con piernas y brazos más cortos y con una cabeza inmensa. Chillaban, lloraban, se reían y se caían a partes iguales. Aunque claro, pensó Luthien, si yo tuviera que mantener el equilibrio con una cabeza de esas proporciones, seguramente me pasaría la vida en el suelo. Pero así tal cual caían, los niños se levantaban, reclamaban algo de atención de los padres y volvían a correr. Instinto de supervivencia cero. Era físicamente imposible que hubiera tantos seres humanos vivos. Con crías así, debería ser un milagro que llegaran a la edad adulta y se reprodujeran.

Los demonios jóvenes eran igual de impulsivos y tenaces, aunque aprendían mucho más rápido qué cosas hay que hacer y cuáles conviene evitar si quieres seguir con vida. O eso, o no llegabas a la edad adulta, simplemente. Tal vez por eso quedaban tan pocos demonios en el mundo. Luthien podía entender a los niños, en cierta manera, pero los adultos eran harina de otro costal.

Luthien, como buen demonio, percibía con claridad las intenciones y los deseos de los seres humanos. Tras un par de horas observando las terrazas del restaurante El Coyote, la cafetería-heladería Buon Giorno y el bar La Bamba, llegó a la conclusión de que si los niños tenían instinto de supervivencia cero, los adultos  tenían un menos cien. Reprimían el 99% de sus impulsos, especialmente los sexuales. ¿Se puede saber de dónde sale tanto niño si no se aparean? Su duda se vio resuelta al caer la noche sobre la playa y al ver a, por lo menos, cuatro parejas de jóvenes disfrutar del sexo al amparo de la oscuridad. Ah, lo que pasa es que les debe de incomodar hacerlo en público, pensó. Revisando los recuerdos de su humano, acabó por confirmar su suposición.

Dejó de vigilar a eso de las tres de la madrugada, cuando se quedó dormido con la frente apoyada en el cristal. Al despertar, Luthien maldijo todos y cada uno de los huesos, músculos y articulaciones que tenía y lo delicado que era el cuerpo humano.
 
Después, bajó a desayunar al restaurante del hotel y puso en práctica todo lo que había aprendido de normas sociales y expresión corporal. Nadie se apartó inconscientemente de él, e incluso recibió un par de sonrisas coquetas de dos jóvenes camareras que estaban sirviendo mesas cerca de él.

Luthien se dirigió a recepción, pagó la estancia y se detuvo delante del espejo del hall. Con una mirada de aprobación y una perfecta y natural sonrisa de satisfacción en los labios, se arregló la corbata y salió a la calle.

Estoy listo para empezar el juego.

Tenía un único pensamiento en la mente: encontrar a Daniel Covietta, alias Dako, y asociarse con él.

De padre italiano y madre francesa, Daniel había hecho suyas las mejores cualidades de ambos: la ambición propia de un Don siciliano y el encanto de un bohemio parisino. Había creado un micro imperio dedicado a la compra-venta de antigüedades y se encontraba en Galena por cuestiones de trabajo.

Según le habían informado, Covietta llevaba un tiempo expandiendo su negocio al mercado negro y pensaba entrar por la puerta grande haciendo tratos con un contrabandista de armas de primera categoría: Oscar Solano.

Por supuesto, Solano estaba al corriente de que Dako -como se hacía llamar cuando actuaba fuera del entorno legal- era un novato que hacía apenas un par de años había comenzado a hacer sus primeras ventas de pistolas de pequeño calibre a narcos y yonkis de los bajos fondos del Piamonte y la Toscana. Beretta 92 de calibre .40, principalmente, y alguna PPK de 7,65 mm. Nada del otro mundo. Era del tipo de personas que agradaban a Solano: con una buena carnada y un par de jugosas promesas, lo tendría comiendo de su mano. Y en caso de dar problemas, sería sumamente fácil que ocurriera un “accidente de trabajo” que lo quitara de en medio.

Luthien tenía que encontrar pronto a Daniel, antes de que se metiera de lleno en el campo de minas de Solano, diera un paso en falso y saltara por los aires. En lugar de dejar que se inmolara por su cuenta, iba a ayudar a Daniel -o mejor dicho, Daniel le iba a ayudar- a llegar hasta Solano, su verdadero objetivo. Para ello, tenía que ganarse su confianza. Y aunque Luthien se sintiera extraño en aquel cuerpo humano y no supiera del todo cómo manejarse con él, había algo que sabía hacer hasta dormido: ser extraordinaria y aterradoramente persuasivo.

(...)

jueves, 1 de julio de 2010

Aprendices.

Mi propia noche
se cerraba en bucle sobre el día
y no eran incontables las estrellas,
tan sólo eran cambiantes,
caprichosas detonantes del olvido.

Todo era distinto.
La hierba, la inmortalidad,
el sentido. Era fácil reir,
tanto como llorar.

Amante de la vorágine,
inexperta en la vida. Los años
colgaban sin alma de los dedos.

Y sólo el verano
levantaba los brazos sobre el agua
y trazaba círculos perfectos.
Era agosto y el ruido
de los pasos rompía las aceras.

Lo intentábamos todo: ser aventureros,
descubridores, ser niños
y en el fondo nunca estábamos
jugando. Era el tiempo de ser libres
y aprendices. Y aprendimos
que podíamos caer,
pero no nos importaban las leyes.
Gravedad era una posibilidad,
igual que la magia. Igual que el invierno.

Bajo el sol estival la razón
era sólo una excusa para no alzar el vuelo.
Y quemamos locuras distintas
para no dejar huella. E incendiamos misterios.

Hoy si cierro los ojos y sueño
aún caen como gotas de lluvia
deseos convertidos en ceniza.