viernes, 16 de julio de 2010

La oruga.

Camina la oruga verde sobre el asfalto
gris y el campo desteñido de colores
se desangra a lo lejos, malherido
de horas a la espera de la lluvia.

"El corazón no pesa cuando escapo"
me confiesa brillante la mañana,
y se deshace lenta la despiadada
estela del olvido. Persigo los pasos
de la oruga y comparto mi camino solitario
en cada laberinto imaginado.

Divido mi figura entre la sombra
de su destino cien veces
dibujado en el cemento. Y ríe
verde toda ella cuando
me pierdo a partes descoordinadas.

"No sabes transformarte" me reprocha
la oruga, "tu tiempo sólo es tierra
oscurecida por la aurora,
desierta y disgregada"
y se endurece el humo en sus palabras
mientras la luz se extingue
y el crepúsculo nos encierra
en su crisálida de estrellas.
 
Cuando ciega el sol de medianoche
se despide de mí una voz alada:
"que tu transformación no dure
para siempre".

Y el eco de su vuelo
se desvanece al borde del amanecer.

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