jueves, 23 de julio de 2009

Ladrones de momentos.

Es tan difícil seguir las pisadas del tiempo, las madrugadas se van, las noches robando estrellas se borran de luz así... sería tan fácil decir que somos ladrones de momentos, y mentiríamos, sí, pero es mejor que sentir que perdemos segundos, que nos van quitando instantes sin saber quién es el culpable.

miércoles, 22 de julio de 2009

Telegramas.

Dame una señal de rescate por las horas robadas. Si me sobornas con besos no acepto. Yo quiero la vida contigo.

[...]

Ok. Trato hecho. Nos vemos esta noche a las 10, en el lugar de siempre, pero con otros sueños. Tú te encargas de la cena y el vino. Yo llevaré desnudo el corazón bajo el abrigo.

[...]

Tal vez escatimo en palabras, pero no en sentimientos. Y es que las palabras se pueden borrar. Los sentimientos, no. Aunque si hace falta, lo diré. Te quiero.

viernes, 17 de julio de 2009

Doble sentido.

Estoy exenta del sentido lineal de las caídas. Soy más de sentidos circulares, si tropiezo, es en el mismo lugar donde he tropezado todas las otras veces. Porque de alguna forma el miedo siempre encuentra la manera de colocarse bajo mis pies.

lunes, 13 de julio de 2009

En equilibrio.

Estoy sumergida en ecos que se deslizan como burbujas de la piel a la memoria, de la memoria al olvido, de la nada al origen, atrapada en un círculo tan basto como el cielo, tan profundo como una mirada al crepúsculo la víspera de un día importante. Se me va de las manos la risa, entre tecla y tecla, se me escapa el matiz de los silencios entre los espacios, pero en el fondo no importa, el sol brilla sobre el agua sin dirección definida, y todos seguimos un rumbo dibujado con estelas y salpicaduras que terminó a bordo del mundo. Y es que a veces, basta con cruzar una línea imperceptible para diferenciar los pasos de los caminos y caminar en una incertidumbre compartida y comprendida por pocos. Estrechamos lazos, deshacemos nudos, sin darnos cuenta, simplemente al ir pasando sobre las piedras, dejando atrás damas de blanco, fuentes y puertas, dejando atrás las máscaras, porque en este baile ya todos nos hemos visto los rostros. Y nos tropezamos y hundimos, pero encontramos entre palabras y fotografías la manera de salvar los obstáculos, la forma exacta de cambiar el sentido para no colisionar. Es algo invisible y sutil, que nos mantiene unidos.

Espero que dure mucho esta calma, aunque vengan tormentas. Que sigan entretejiéndose nuestras vidas, al margen de los hilos que de distinta manera, se han hecho un nudo alrededor del corazón.

jueves, 9 de julio de 2009

Juntos.

Podíamos volar sobre la historia como pájaros de alas inmortales, tan inalcanzables que preferíamos respirar océanos a descontar latidos. Sabíamos bien dónde darle esquinazo al viento, dónde esconder las dudas, dónde dejarnos caer sin dejar de elevarnos a los abismos. Sabíamos bien donde hacerle quiebros al destino y el lugar exacto en el que nos daría alcance la extenuación, pero aún quedaba tiempo tras los aguaceros, y no pensábamos parar, no hasta que las costuras estallaran dejando abiertas las heridas de antaño. Huíamos del ayer que planeaba como una sombra sobre el mañana, y no era justo tener miedo del pasado. No era justo, y eso era suficiente para arrancarle las palabras al olvido y forjar nuestra cárcel infinita de recuerdos y metas. Darnos por vencidos no era una opción, y siguiendo adelante nos encontramos andando en círculos sobre aquello de lo que pretendíamos escapar. No nos dimos cuenta hasta que fue demasiado tarde que desear que algo no existiera no era suficiente para hacerlo desaparecer. Había que enfrentarse a ello, y cuando quisimos hacerlo no nos quedaban fuerzas ni remiendos. Pero había algo con lo que no contábamos. Nos teníamos el uno al otro para cosernos las alas antes de estrellarnos contra el suelo. Nos lanzamos al centro de la tormenta como dos flechas ingrávidas, sosteniéndonos corazón con corazón, y mientras caíamos, vencedores y agotados, nos miramos y supimos que el final aún estaba lejos de nosotros. Cuando tocamos tierra, después de tanto tiempo surcando el cielo, estábamos en el lugar de donde partimos siendo dos desconocidos. En ese mismo instante comprendí que no habíamos esquivado el destino, sino que nos habíamos lanzado contra él. En ese choque se rompieron otros mañanas distintos, donde no nos hubiéramos mirado, donde no hubiéramos enfrentado nuestro pasado, donde seguiríamos huyendo hasta la muerte. Estábamos ahí, como al principio, pero ahora no teníamos cargando sobre los hombros el peso del ayer. Estábamos ahí, como al principio, pero ahora se abrían puertas hacia miles de futuros, en cada uno de los cuales, fuera lo que fuera lo que hiciéramos, estaríamos juntos.

martes, 7 de julio de 2009

A un fantasma

Deja ya de llenarme las hojas con tus puntos finales, que no quiero perder más segundos entre tus cicatrices, corta ya de una vez el espacio entre tu nombre y el mío, que mi vida no es tuya ni vamos por el mismo camino. No te quiero ni ver, ni pensar, ni encontrar tu presencia, ya logré acostumbrarme a estar sola y no notar tan siquiera la ausencia. Y es que ya si me atrapa el recuerdo son como escalofríos, no sé cómo pude amar a quien ahora relego al olvido. No trates de hablar, ahora somos dos desconocidos. Si te veo algún día no intentes ni hola, ni adiós, el silencio es mejor que actuar como antigüos amantes o amigos. No te quiero en mi vida, el pasado se queda en su sitio. Intenté comprender, ayudar, perdonar y tu respuesta fue patalear como un crío. Ahí te quedas con tu orgullo y tu Dios, con tu mundo y tu pretendida gloria; si pequé sólo fue de pereza de acabar nuestra historia. Tú, pastor sin rebaño, elegido de nadie, bendecido iluminado, lleva lejos tu bastón peregrino, tu aureola de aire, tu camino dorado; que jamás aprendiste a aceptar mi falta de destino ni mi cielo sin cursos trazados. Y si aceptas consejo, no vuelvas a venir clamando venganza, porque a malas, si quiero, ni demonios ni infiernos me ganan.

sábado, 4 de julio de 2009

De vuelta a casa.

Se nos arremolina el tiempo entre los dedos como un huracán acorralado entre la noche y la palabra. No hay historia más exacta que el latir descontrolado de silencios, que el batir acompasado de las palmas oníricas. Así nos inundamos de lecciones, de vidas entrelazadas por el fuego y por el hielo, sublimando hasta perder el sentido de la unicidad más primitiva. Si fuéramos ahora amaneceres, curvaríamos en guerra el horizonte, piel con piel, bajo una línea dorada forjada con risas y endurecida con llantos. Nos quedan dos universos en precaria unión, prestos a separarse en cualquier momento. Tan sólo el mismo espacio los mantiene unidos, pero hay canciones que llegan, nos llenan, se cortan y tras sus notas queda un reguero de notas sangrantes, de compases mal controlados. Es el tempo de la discordia que se alimenta de hogueras escondidas, cada Troya infinitamente repetida al borde de la desolación. Pero esquivamos los abismos como auroras detrás de las persianas, guardando cabizbajos las certezas, cambiando las virtudes por sombras de titánicos defectos. Intentamos a nuestra manera invertir los soles traicioneros, pero la luz era -y sigue siendo- fuerte, y sus oscuridades, muy alargadas. ¿Podríamos haber desenterrado infiernos para evitar incendiar el cielo? Tal vez, mas ya las horas no retornan, ni es bueno atravesar el tiempo con el agudo filo de los quizás. Ahora que todo ha acabado, siento que tampoco sería lo correcto, que de todo se aprende. Y es que, además, no cambiaría una sola sonrisa por muchas lágrimas que haya costado cada una.