martes, 7 de julio de 2009

A un fantasma

Deja ya de llenarme las hojas con tus puntos finales, que no quiero perder más segundos entre tus cicatrices, corta ya de una vez el espacio entre tu nombre y el mío, que mi vida no es tuya ni vamos por el mismo camino. No te quiero ni ver, ni pensar, ni encontrar tu presencia, ya logré acostumbrarme a estar sola y no notar tan siquiera la ausencia. Y es que ya si me atrapa el recuerdo son como escalofríos, no sé cómo pude amar a quien ahora relego al olvido. No trates de hablar, ahora somos dos desconocidos. Si te veo algún día no intentes ni hola, ni adiós, el silencio es mejor que actuar como antigüos amantes o amigos. No te quiero en mi vida, el pasado se queda en su sitio. Intenté comprender, ayudar, perdonar y tu respuesta fue patalear como un crío. Ahí te quedas con tu orgullo y tu Dios, con tu mundo y tu pretendida gloria; si pequé sólo fue de pereza de acabar nuestra historia. Tú, pastor sin rebaño, elegido de nadie, bendecido iluminado, lleva lejos tu bastón peregrino, tu aureola de aire, tu camino dorado; que jamás aprendiste a aceptar mi falta de destino ni mi cielo sin cursos trazados. Y si aceptas consejo, no vuelvas a venir clamando venganza, porque a malas, si quiero, ni demonios ni infiernos me ganan.

No hay comentarios: