Cae el
invierno incierto a plomo
sobre los tejados
que ya no tienen sonido
ni son camino a pie de cielo
para los gatos.
Hoy te convoco, mercenario astral,
porque tú como yo intuyes
que hay chispas que se alimentan de momentos
y fuegos que nacen de lo fugaz.
Y que es tan certero el miedo como el sueño.
Se llenan las azoteas
de estrellas derribadas por encargo. Y allí,
donde cruzas tus pies, donde escondes la mano
ha agotado su suerte otra luz sin fortuna
por un simple deseo.
Y yo no quiero uno,
quiero una lluvia de desguerras,
de sonrisas,
quiero un océano de olas
y cenizas.
No quiero un instante.
Quiero la eternidad en llamas.
sobre los tejados
que ya no tienen sonido
ni son camino a pie de cielo
para los gatos.
Hoy te convoco, mercenario astral,
porque tú como yo intuyes
que hay chispas que se alimentan de momentos
y fuegos que nacen de lo fugaz.
Y que es tan certero el miedo como el sueño.
Se llenan las azoteas
de estrellas derribadas por encargo. Y allí,
donde cruzas tus pies, donde escondes la mano
ha agotado su suerte otra luz sin fortuna
por un simple deseo.
Y yo no quiero uno,
quiero una lluvia de desguerras,
de sonrisas,
quiero un océano de olas
y cenizas.
No quiero un instante.
Quiero la eternidad en llamas.