domingo, 15 de febrero de 2009

Inesperada perfección.

Sentir los cielos bajo miles de luces, cada tierra sin nombre buscando el sonido, un minuto en la sombra a la orilla del mundo y parece que al fin todo cobra sentido. Tu piel sobre mi piel, calor entre el hielo que se funde. El humo del sol acaricia nuestra espalda con delicadeza, como una canción de cuna antes de dormir y, un poco más fuerte, aprietan las estrellas chispas contra nuestros ojos, para que podamos ver lo maravilloso que es amarnos con tanta fuerza que ciega. Podrían decirnos muchas cosas acerca de lo malvado y lo benévolo, exponernos los puntos de vista de todos los mortales, pero en este punto ni tú ni yo podríamos escoger entre el cielo o el infierno, nos bastaría con quedarnos así, como estamos, pegados el uno al otro, sin un resquicio de por medio para que entre el mundo a mordernos el alma. Si muriera en este mismo instante no podría haber hallado una forma más perfecta de irme para siempre, contigo desnudo entre mis brazos.

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