domingo, 20 de junio de 2010

Los reyes de la guardería.

Recuerdo el horizonte de las vallas,
el salto a los confines de la tarde
y aquel portal de reglas inventadas
a destiempo. Éramos
los reyes de la guardería, su pueblo
y sus guardianes, su himno
de risas y secretos, su más fiel
enemigo bajo el agua. La media luna
verde nos encerraba a golpes
y a carreras
desde antes que tuviéramos memoria.

Pero ella no nos olvidaba,
ni el sol reflejado en los columpios,
ni el desierto domado donde
se mezclaron en la arena
todos nuestros años juveniles.

martes, 15 de junio de 2010

Corazonadas ciegas.

Tu recuerdo, el bueno,
siempre será Sinatra y sol de invierno
tras los aguaceros. Besos bajo la lluvia
de año nuevo, plata y baratijas
que crecen en la hierba del Retiro. Un juego
y claves manifiestas en la nube
electrónica. Miradas y decenas
de medias confesiones a través de la pantalla.

Será el laberinto del Madrid barroco,
primerizo y discreto, y tu guía
de manos grandes a un guante
de distancia. La conversación
más larga que he tenido,
perder sin reproche los miedos
que forjé durante años, y un retrato
cargado de promesas. Dos estrellas
espías en la ventana de tu habitación,
chocolate compartido
y despedidas de estación.

El otoño más rojo y una sonrisa
suave como pocas, aquella
madrugada entre tus brazos
-repentino verano en los bolsillos-
y el regalo de haber sido amada
con más de mil nombres distintos.

De las malas memorias prefiero
no acordarme, deshacerlas
con el temblor del tiempo pasado
y verlas con improvisada miopía
para que no llegue a definirse
su borde afilado de desencantos
y nuevas -y mejores- soledades.

sábado, 12 de junio de 2010

Conjuntos de Gödel.

En el cómputo de la realidad
no somos mercenarios de los vértices
colapsados. La naturalidad
de la pareja parece insuficiente pero
sana ese teorema herido
de la incompletitud de corazones.

Medito cómo redimirme de sonrisas
mal dispuestas en el compás descontrolado
de la intromisión a tu reino de delirios
escritos en código binario.

Si he de decidirme entre abrazos
y destinos no te alejes del alcance de
mi vida. Yo no quiero que me sobre
soledad desenredada de ti, de tus
términos logarítmicos y neperianos.

Si se apaga el sol que esté tu sombra
a salvo de las reglas del olvido
intencionado. Y tu mirada,
que no afloje su presa
de la fórmula de mi cuerpo
desnudo. Al otro lado del mañana
nos espera eternamente la distancia.

Lleguemos tarde, maleducada,
insultántemente tarde
a su clase de matemáticas discretas
y que el castigo tienda al infinito.