En el cómputo de la realidad
no somos mercenarios de los vértices
colapsados. La naturalidad
de la pareja parece insuficiente pero
sana ese teorema herido
de la incompletitud de corazones.
Medito cómo redimirme de sonrisas
mal dispuestas en el compás descontrolado
de la intromisión a tu reino de delirios
escritos en código binario.
Si he de decidirme entre abrazos
y destinos no te alejes del alcance de
mi vida. Yo no quiero que me sobre
soledad desenredada de ti, de tus
términos logarítmicos y neperianos.
Si se apaga el sol que esté tu sombra
a salvo de las reglas del olvido
intencionado. Y tu mirada,
que no afloje su presa
de la fórmula de mi cuerpo
desnudo. Al otro lado del mañana
nos espera eternamente la distancia.
Lleguemos tarde, maleducada,
insultántemente tarde
a su clase de matemáticas discretas
y que el castigo tienda al infinito.
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