lunes, 9 de noviembre de 2009

Guerras.

I

Frías, destructoras y cercanas,
costumbre de opresión,
curioso espanto,
un sordo amanecer. Y los disparos.

II

Corría en la piel
-despertando pesadillas-
de mano en mano,
de boca en boca
el susurro del adiós.

Libertad era muerte
y la muerte, una palabra prohibida.

Vivías y desaparecías,
eso era todo.


III

La Historia,
que era sólo el reflejo
de un olvido mal acostumbrado
a rebelarse
-y a revelarse-,
no tiene ayeres
que se le claven estáticos
porque es ayer y espada.

IV

Aunque la herida no sangre
seguirá siendo herida
y algún día será cicatriz mal curada.

V

Las hay silenciosas, pequeñas,
reprimidas,
las hay inconfesables y secretas,
pero todas traen dolor a sus espaldas
y sabor a miedo,
la metálica sensación de crueldad
de los silencios,
la desolada soledad de los hogares,
el humo de vidas que se esfuman,
las miradas vacías
y los muertos que ya no respiran.

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