miércoles, 27 de mayo de 2009
Pirómana accidental.
Sin darme cuenta dejé la mecha encendida. Y ahora el mundo está ardiendo tan bellamente que no sé cómo no pensé antes en prenderle fuego. Hasta las sombras son hermosas, danzando y girando entre luces rojizas y anaranjadas. Hay llamas azules y verdes también, el miedo no se ve como un infierno horrible, sino como una estrella que nace repentinamente, se expande y se marchita. Y aquí estoy, convirtiendo en cenizas esta realidad que no me gustaba, y ahora es tan magnífica que me pregunto cómo puede ser algo tan distinto al morir. Me complace saber, sin embargo, que la muerte, al menos aquí, es terriblemente perfecta y armónica, como un afilado corte en la corteza vital del cosmos.
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