Soy del tipo de personas que dicen todo con retraso. Todo. Incluso cuando retrasarse implica perder la oportunidad de hablar, incluso cuando tomarse un segundo tiene como consecuencia no tener más segundos. Es una fea manía que no consigo quitarme de encima, pero ahí está, y tengo que convivir con ella. Como la de mover siempre las manos. Por eso escribir es algo casi terapéutico para mí, me permite encuadrar mis dos grandes manías y convertirlas en algo productivo: la de no tener las manos quietas y la de decir todo con retraso. La primera me lleva a escribir físicamente, la segunda, virtualmente. Esos segundos perdidos llevan al pensamiento a madurar, a formarse del todo y a echar raíces. A veces, raices extrañas, inesperadamente profundas, otras se elevan hacia el cielo buscando una lluvia demasiado lejana. Y así es mi mundo, arraigado hasta en el aire. Pero esa no es la cuestión ahora. La cuestión es que hoy traigo palabras que surgieron demasiado tarde y no llegaron a los destinatarios. Aquí las traigo, para que salgan a la luz como todas las demás.
···
Nos hemos encontrado en una parte
-en cualquier sitio-
donde el aquí y el ahora
tienen todo su sentido.
Aquí empiezan kilómetros de recuerdos,
aquí se acaba el tiempo compartido,
aquí fuimos conocidos, amigos y amantes
y ya no somos nada,
un vacío en la memoria, un punto aparte.
Ahora acaban los duetos y los unos mal contados,
ahora comienza a formarse un horizonte
de segundos llenos de fronteras,
el pasado empieza ahora a ser el mío
y sin horas se han quedado los latidos.
Ya no hay instante ni espacio para amar,
aquí no caben más biparticiones,
ahora sólo hay relojes para olvidar.
Tic, tac, tic, tac, tic, tac.
Y el mundo se detiene a escuchar
mientras el mío escapa sin mirar atrás,
porque si paro volveré a encontrar el lugar exacto
donde cederle tiempo al tiempo de recordarte.
···
Bebí de tus caricias como agua en el desierto,
llené con tu mirada el océano de mi alma,
cruzamos los caminos, mezclamos horizontes,
perdimos el miedo al ayer y al mañana.
Y ahora no hay nada bajo el cielo,
salvo restos de pasado que vuelan en el viento
y dos heridas sangrantes a un lado del corazón:
gota a gota morimos los dos,
latido a latido vivimos sin voz
y vamos perdiendo camino al adiós
una parte de nosotros que en el otro quedó.
He pintado sonrisas para guiarte en el viaje,
yo ya llevo conmigo los recuerdos de antes
y aunque intento enseñarte a seguir adelante
es difícil hacerlo cuando quieres atarme,
cuando quieres volver y me ruegas llorando
que me quede a tu lado, que te siga amando.
Me siento culpable por no haber podido
rescatar mi amor de las garras del olvido.
···
Quiebran los sollozos todos los espacios,
entre líneas mato lo que tanto amé
y esa fe en que todo fuera bien contigo
ahora va quemando sueños del ayer.
Quedan aún tormentas dentro de mi cuarto,
más de mil pedazos que no reparé,
ganas de perder la guerra contra el olvido
y un sueño que pinta tu nombre en la pared.
···
Vuelo desenredando infiernos,
cortando las nubes de tormenta con mis alas,
intentando arrancar los recuerdos
que apresan mi alma.
Fue un sueño, mi mundo onírico,
humo y fantasías en horizontes sin fin,
mariposa nocturna, desperté en el ocaso
cuando mi sol se escapó junto a ti.
¿Dónde está el cementerio de las horas perdidas?
¿Dónde van los olvidos que no quieren morir?
¿Dónde quedan los deseos una vez se han cumplido?
¿Dónde caerán las lágrimas que lloran por ti?
Estoy buscando el lugar
donde la sombra de la despedida
no oscurezca cada despertar,
donde pueda seguir adelante con mi vida...
Ya es tarde, la noche está cayendo,
el viento trae olores que me hablan de tu pelo
y la sonrisa de la luna me muerde desde el cielo.
Fuiste la locura en tiempos de cordura,
el viento que me trajo hasta el ojo del huracán,
la risa de mi alma, la piel de la ternura
y ahora eres un nombre que no quiero recordar...
¿Dónde está el cementerio de las horas perdidas?
¿Dónde van los olvidos que no quieren morir?
¿Dónde quedan los deseos una vez se han cumplido?
¿Dónde caerán las lágrimas que lloran por ti?
Estoy buscando el lugar
donde la sombra de la despedida
no oscurezca cada despertar,
donde pueda seguir adelante con mi vida...
Estoy buscando el lugar
donde la sombra de la despedida
no oscurezca cada despertar,
donde pueda seguir adelante con mi vida sin ti...
sábado, 20 de junio de 2009
jueves, 11 de junio de 2009
Sin fecha.
Otro escrito que viene de las marismas del recuerdo. Parece que todo está lleno de barcos hundidos y tesoros inesperados. Y óxido, tanto óxido que ya no cortan las palabras. Pero hace tan poco que empecé a escribir sin intención de afilar los bordes que de vez en cuando se agradecen agujas y puñales rasgando el tiempo. Aunque estoy tan en desacuerdo con mi yo de hace unos años que igualmente una rosa sin espinas me haría sangrar de alguna forma insospechada. Con esta poesía, por suerte, no podrían herirme ni los puntos finales, que realmente nunca acaban nada.
···
Encontré tu llanto entre rayos de sol
y una lágrima suicida me confesó
que había guerras en tu corazón
y quise aliviar el dolor.
Sé que esta noche tiraste la razón a la basura
y que estuviste a solas charlando con la Luna,
sé que te ha dado malos ratos la Fortuna
y que te cansaste de encontrar a tu cordura
cada mañana en los brazos de la locura.
Sé que tu alma se ha perdido en los infiernos
y que no encuentras la salida al laberinto,
déjame traer calor a tu eterno invierno,
mi amistad te servirá de abrigo.
Quiero enseñarte a ver la luz
que brilla en tu interior,
entiende que no hay nadie como tú,
deja que el llanto huya de tu voz
y grita si quieres gritar,
pero no vuelvas a llorar otra vez
y vuela si puedes volar,
abre las alas, yo te cuidaré.
Escapa donde nadie te pueda molestar,
si ellos no entienden no tienes por qué escuchar,
si te traicionan, nunca fueron buenos para ti,
si te abandonan, recuerda que me tienes a mí.
···
Encontré tu llanto entre rayos de sol
y una lágrima suicida me confesó
que había guerras en tu corazón
y quise aliviar el dolor.
Sé que esta noche tiraste la razón a la basura
y que estuviste a solas charlando con la Luna,
sé que te ha dado malos ratos la Fortuna
y que te cansaste de encontrar a tu cordura
cada mañana en los brazos de la locura.
Sé que tu alma se ha perdido en los infiernos
y que no encuentras la salida al laberinto,
déjame traer calor a tu eterno invierno,
mi amistad te servirá de abrigo.
Quiero enseñarte a ver la luz
que brilla en tu interior,
entiende que no hay nadie como tú,
deja que el llanto huya de tu voz
y grita si quieres gritar,
pero no vuelvas a llorar otra vez
y vuela si puedes volar,
abre las alas, yo te cuidaré.
Escapa donde nadie te pueda molestar,
si ellos no entienden no tienes por qué escuchar,
si te traicionan, nunca fueron buenos para ti,
si te abandonan, recuerda que me tienes a mí.
Filosofía de la felicidad.
Si pudiera no sentirme insatisfecha por las cosas que no puedo sacar de mi cabeza... Si pudiera no echar de menos lo que perdí, lo que abandoné, lo que destruí... Si pudiera volver hacia atrás aún seguiría estudiando, seguiría diciendo adiós y volvería a no dejar salir las palabras, pero aún así las consecuencias pesan, el corazón tiende a encharcarse de vez en cuando y hoy es día de goteras. Así que lo soluciono dejando que se inunde todo, no soy de las que ponen parches, tan sólo hacia fuera, que no se vean las costuras rotas... Hoy me faltan el hilo y las ganas para coserme, no es buen momento para rehacer todo de nuevo pero es lo que toca. Es lo que toca. Por lo menos es tiempo de helados de chocolate y películas para llorar calladita, sin que nadie escuche.Viene bien el silencio, es algo que nunca está de más. Y hoy lo agradezco, apago con él los sollozos y me echo a dormir. Mañana será un día mejor. Lo sé, no es que lo crea. Nunca me permito más de un día cada cien, porque no lo necesito, ni lo quiero. Es la filosofía de la felicidad. Carpe diem, carpe horam. Incluso cuando sea la hora más oscura de la noche, recuerda que entonces las estrellas brillarán con más fuerza. Carpe noctem.
sábado, 6 de junio de 2009
Paciencia.
Pensamientos en fuga, ojos aún más veloces que las manos, y ya no me da tiempo a pasar las hojas, el filo de las letras corta poco a poco los minutos, como un experto asesino de preguntas sin respuesta. Combaten la memoria contra las ganas y va ganando esta última, pero si hay algo que he aprendido es a no desconfiar de la resistencia de la primera y a tener cuidado con los quiebros de las ganas. Si te dejas llevar por ellas puedes estar a un segundo de la victoria y pararte en seco sin intención de llegar a la meta. Y, por supuesto, no pienso hacer eso. Si hay algo que contraste con mis ánimos volátiles es esa fuerza extraña que me lleva a intentar dar lo mejor de mí. Aún no me quedo del todo satisfecha con los resultados, pero todo llegará. Para estas ocasiones, me sobra la paciencia.
martes, 2 de junio de 2009
5 de julio de 2006
Lo sé, dije que no me iba a pasar por aquí. Pero no quiero dejar esto huérfano de palabras durante semanas. Así que he decidido abrir el baúl de los recuerdos y desempolvar escritos que permanecían dormidos y abandonados desde hace mucho tiempo. He cogido la pluma para hacer cosquillas, y este relato es el primero que me ha mordido la mano. Aquí lo dejo.
Recorrí con la mirada ausente el perfil del mundo que me rodeaba. Aquel día todo había perdido su color y el único sabor que era capaz de apreciar era el gusto salado de las lágrimas amargas con que lloré la ruptura de mi corazón. Casi podía escuchar detrás del susurro del viento el latir de sus pedazos astillados, que habían ido a parar a alguna parte de mi estómago. La vida me sabía a tempestad y el llanto era la única balsa donde podía aferrarme para no sucumbir ante las olas que caían sobre mí, volviendo el cielo negro y absorbiendo la escasa luz que aún brillaba en mi alma.
La gente pasaba sin verme y por un instante pensé que me había convertido en un fantasma, que sólo permanecía atada a ese lugar apenas por el hilo del recuerdo que tan cruelmente seguía torturando mis entrañas. Me hundí bajo el peso de la tristeza y las lágrimas que ya pensaba secas volvieron a empapar mi cara y lo que quedaba de mis sueños de prestado. Del futuro que imaginé no quedaban más que escombros que flotaban a merced del océano de desesperanza que me arrastraba sin remedio.
Los segundos dieron paso a los minutos y estos a las horas que se me antojaron siglos. La oscuridad de la noche me abrazó en silencio mientras dentro de mí algo gritaba. El eco del sufrimiento subió alto y fue encendiendo las estrellas que acompañaron a mi soledad hasta que la perdí de vista. La luz suave de las estrellas me mostró el camino para escapar del dolor que recorría mis venas como una droga.
La tormenta aun seguía ahí, pero había encontrado una isla en la que refugiarme y la simple calidez de su presencia fundió en parte la capa de hielo que el frío de la desilusión había formado alrededor de mi corazón roto. Estaba agotada, confusa y perdida. Como si hubiera estado a punto de alcanzar la meta de mi vida y algo ajeno lo hubiera impedido. Todavía me quedaban muchos amaneceres para ver desparecer los últimos nubarrones en la línea difusa del horizonte.
Esa noche logré sobrevivir a la herida casi mortal que había recibido mi corazón. Quedaría una cicatriz que jamás se iría, la primera de muchas que la vida me haría, pero había aprendido que, para ganar, nunca podría darme por vencida porque sino la guerra estaría ya perdida.
...
Era una mañana de esas que se quedan en la memoria como grabadas a fuego. Los rayos de sol ardían en aquel día de mediados de verano en que dejé de ser la misma. Las pocas gotas de rocío que quedaban de la noche anterior se evaporaban como un sueño al despertar. Los pájaros callaban, amodorrados en las ramas altas, temiendo ahogarse en su propio canto. El viento silbaba una melodía melancólica y olía a esperanzas marchitas.
Recorrí con la mirada ausente el perfil del mundo que me rodeaba. Aquel día todo había perdido su color y el único sabor que era capaz de apreciar era el gusto salado de las lágrimas amargas con que lloré la ruptura de mi corazón. Casi podía escuchar detrás del susurro del viento el latir de sus pedazos astillados, que habían ido a parar a alguna parte de mi estómago. La vida me sabía a tempestad y el llanto era la única balsa donde podía aferrarme para no sucumbir ante las olas que caían sobre mí, volviendo el cielo negro y absorbiendo la escasa luz que aún brillaba en mi alma.
La gente pasaba sin verme y por un instante pensé que me había convertido en un fantasma, que sólo permanecía atada a ese lugar apenas por el hilo del recuerdo que tan cruelmente seguía torturando mis entrañas. Me hundí bajo el peso de la tristeza y las lágrimas que ya pensaba secas volvieron a empapar mi cara y lo que quedaba de mis sueños de prestado. Del futuro que imaginé no quedaban más que escombros que flotaban a merced del océano de desesperanza que me arrastraba sin remedio.
Los segundos dieron paso a los minutos y estos a las horas que se me antojaron siglos. La oscuridad de la noche me abrazó en silencio mientras dentro de mí algo gritaba. El eco del sufrimiento subió alto y fue encendiendo las estrellas que acompañaron a mi soledad hasta que la perdí de vista. La luz suave de las estrellas me mostró el camino para escapar del dolor que recorría mis venas como una droga.
La tormenta aun seguía ahí, pero había encontrado una isla en la que refugiarme y la simple calidez de su presencia fundió en parte la capa de hielo que el frío de la desilusión había formado alrededor de mi corazón roto. Estaba agotada, confusa y perdida. Como si hubiera estado a punto de alcanzar la meta de mi vida y algo ajeno lo hubiera impedido. Todavía me quedaban muchos amaneceres para ver desparecer los últimos nubarrones en la línea difusa del horizonte.
Esa noche logré sobrevivir a la herida casi mortal que había recibido mi corazón. Quedaría una cicatriz que jamás se iría, la primera de muchas que la vida me haría, pero había aprendido que, para ganar, nunca podría darme por vencida porque sino la guerra estaría ya perdida.
lunes, 1 de junio de 2009
Pensamientos a deshoras.
Ya sabes lo que cuentan:
que el sueño y el amor
comparten condición
de insomnes amantes.
Me pregunto si soñar no será enamorarse cada día un poco de uno mismo.
Creo que me voy a quedar sin ser al menos por un momento, tan sólo estaré y viviré, pero no dejaré ideas concebidas. Le daré un poco de espacio extra al corazón, a ver si late más deprisa, que se me van durmiendo las letras entre las manos y aún queda mucho por aprender antes de llegar a la siguiente etapa del viaje. Una parada táctica (y tal vez algo técnica) dedicada a crear un ensueño momentáneo que me reanime las ganas.
Escucho el sonido del mar, los recovecos del viento infiltrándose en la espuma, la arena que se hunde bajo el peso de una sonrisa. Y al este, un amanecer.
Si el sueño es enamorarse, esto ha sido un encaprichamiento fugaz para desperezar los sentidos.
Ojalá llegue pronto el 23. Necesito un sueño hecho realidad. O un orgasmo mental. O quizás las dos cosas.
No sé cuándo volveré a pasar por aquí, porque hasta dentro de unas semanas -tres estresantes y agotadoras semanas- no debo malgastar el tiempo.
¡¡À bientôt!!
que el sueño y el amor
comparten condición
de insomnes amantes.
Me pregunto si soñar no será enamorarse cada día un poco de uno mismo.
Creo que me voy a quedar sin ser al menos por un momento, tan sólo estaré y viviré, pero no dejaré ideas concebidas. Le daré un poco de espacio extra al corazón, a ver si late más deprisa, que se me van durmiendo las letras entre las manos y aún queda mucho por aprender antes de llegar a la siguiente etapa del viaje. Una parada táctica (y tal vez algo técnica) dedicada a crear un ensueño momentáneo que me reanime las ganas.
Escucho el sonido del mar, los recovecos del viento infiltrándose en la espuma, la arena que se hunde bajo el peso de una sonrisa. Y al este, un amanecer.
Si el sueño es enamorarse, esto ha sido un encaprichamiento fugaz para desperezar los sentidos.
Ojalá llegue pronto el 23. Necesito un sueño hecho realidad. O un orgasmo mental. O quizás las dos cosas.
No sé cuándo volveré a pasar por aquí, porque hasta dentro de unas semanas -tres estresantes y agotadoras semanas- no debo malgastar el tiempo.
¡¡À bientôt!!
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