martes, 1 de diciembre de 2009

Viajera onírica.

Una ilusión que de repente es fuego y es infierno y se lleva el tiempo por delante, como si consumir latidos no fuera suficiente. Hace falta oxígeno, o de repente sobra, y la explosión de inminente pasa a ser inevitable en un sentido incriminatorio. Tal vez ni siquiera seamos los culpables, pero con ser testigos, es suficiente.

La ola del cielo se cernirá sobre nosotros, pero el calor será tan fuerte que atravesará los átomos y destruirá ataduras como lo haría el viento con la luz de la aurora. Y aún se oirá a lo lejos la sombra de aquello que lo inició todo, pero se habrá ido para entonces y seguiremos aquí, en el centro del mundo, contemplando la cadencia ondulatoria de los sueños que van haciéndose lentamente realidad.


Sobre el río reposa la ciudad aletargada,
aguamarina carmesí de la que nacen
siete descendientes proféticos sobre la isla perdida.
Un ojo sin pupila me llama desde el mañana,
velado por una niebla insomne
donde descansan sólo los que jamás duermen.

Cada día está más cerca.

Un paso más hacia el corazón de Albión.


Estoy deseando conocer Londres.

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