Guarda entre sus manos el anochecer de los miedos,
cuidando del Sol que nunca marchita,
atando con nudos de seda los otoños que no despiertan.
Derrama en pensamientos lo que nunca sintió
y su piel es jardín de todas mis esperanzas,
donde crecen sueños que nunca descansan.
Rescato instantes ahogados en su mirada,
como lluvias de mar en oleajes sin luna,
una estrella en susurros atrapada
por una pasión sin nombre ni futuro.
Inventó penumbras para estar conmigo,
perfilando oscuridades en sus labios
y renunció a la vida para no morir,
recordando esencias del olvido
tan eternamente que borró su fin.
Y hoy ha vuelto a cargar sobre su espalda
el peso de la soledad,
volando en los vientos de mi libertad,
escondiendo entre sus alas jirones de mi corazón
para llevarlos hacia el último horizonte
donde no existen despedidas.
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