lunes, 16 de marzo de 2009

Gata.

Recorro la mañana a saltos, vuelvo a ser una gata de zarpas afiladas y escondidas, dispuesta a cincelar la realidad y a destrozar el miedo. No hay noche que me suma en la oscuridad, no mientras siga teniendo los ojos abiertos y la piel erizada de sentimientos y verdades. Caigo a cuatro patas, disfruto tumbada al sol, lamo mis heridas y luzco con orgullo las cicatrices, cada una es una lección aprendida, una vida menos que perder, y eso que tengo más de siete, o al menos eso creo. Necesito desenredarme del pasado, salir a campo abierto y correr, correr, correr, saltar, acorralar algún pequeño animal y jugar con él antes de darle el mordisco de gracia (a algo habrá que clavarle los dientes, digo yo, y hay algún que otro reto que tengo ganas de saborear). Pensándolo bien quizá lo mejor sea meterme en un bosque frondoso, donde no vea más de tres pasos por delante, porque tal vez lo que me pasa es que miro demasiado lejos y ya tengo la vista cansada de tanto horizonte y necesito mirar entre las hojas o tras las briznas de hierba, buscando esas pequeñas cosas que pasamos por alto si vamos muy deprisa. Tengo tiempo, tengo libertad y tengo ganas. Veamos hasta donde me llevan mis pasos felinos, hoy tan sólo soy una gata desnuda, ya volveré a ser pantera vestida de fuego cuando me canse de meterme en los recovecos de la vida. Si no me veis, buscad bajo la cama. Allí es donde se esconden los mejores sueños.

No hay comentarios: