lunes, 2 de marzo de 2009
Vida fugaz.
Murió una noche de auroras ausentes, de soles ardientes en otra mitad, vivió sin saber que la vida dura más de un día y jamás conoció la felicidad. La luz fue un cruel acertijo que apenas sus ojos llegaron a ver, el llanto de un recién nacido, el único sonido que pudo aprender y el frío que hacía aquel día fue el manto que cubrió su piel. Su madre, creyéndolo muerto, dejó abandonado al fruto de un querer perdido y quiso que sólo lo conociera el olvido y que nadie supiera de aquel antiguo error cometido. Descansa ya bajo la tierra su pequeño cuerpo, sin creer en dioses, sin temer infiernos, sin culpar al destino, al azar o a la suerte, sin preguntar qué vendría después de la muerte que ya percibía...
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