Al final todos somos lo mismo, susurros de verano en el eco del olvido. Ahora que nunca perdono, quisiera encerrar la paz del miedo donde tan solo el invierno se atreviera a caminar y borrame el rostro con tus manos a este juego original de perder la partida con el pecado capital de pensar que no nos quedan despedidas, de creer que nunca habrá felicidad.
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