jueves, 10 de enero de 2013

Cultura del dolor.

Sordos y ciegos llenan estas calles,
estas venas de acero azul envilecidas.
Vinieron de un latido de gritos,
de un latido de explosiones
y ahora todos ciegos, todos sordos
caminan en los capilares estrechos.

Cierra la mente dijo el primero
y lo siguieron en enjambre, en manada,
y no pensaron ya más por sí mismos.
Que no quieran mirar, que no miren
la desesperación de un corazón enfermo,
que no quieren escuchar, que no escuchen
su paso por el cuerpo cancerígeno.

Para esta marea no sirven los bisturíes,
la niebla de Hiroshima o Nagasaki,
o los rascacielos derribados.
Sería necesaria la deflagración de las ideas
y la cultura del dolor de la que han escapado.
Sería necesaria la arena de las dunas,
los números ensangrentaos y calientes,
los huesos de los niños malnutridos.

A veces solo pido ese deseo,
que miren y escuchen, que miren y escuchen,
que vean y oigan.

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