miércoles, 2 de enero de 2013

Días africanos.


Queda aún un mes de días africanos
condenados a la aridez de las dunas,
a contar una y otra vez los granos de arena.
Y puede que haya algo más sísifico
que esta vuelta a los oasis. Si es así
yo no sé donde encontrarlo
ni sé saciar mi sed con su certeza.

Hay que masticar despacio la sombra corrediza
y saber oír de lejos los cascabeles
y huir de los elefantes que no se balancean
en la corteza rota de la tarde.

Tengo la mente dividida
y va soñando páramos,
ora hirvientes, ora congelados,
ora enterrados en arena, siempre arena.
Me amordazan los dedos del hastío
y ni siquiera el horizonte ofrece consuelo,
cientos de millas o kilómetros o pies
de arena, de arena, de arena
que gotea en los ojos secos
por luces amarillas.

Alimento la curva de los meses
con la savia alquímica de ese oro.
Y solo espero, oh, tan solo espero,
no morir de inanición y siendo sabia.

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