Un paso y dos y tres y pasa
el tren de la noche en la ventana
y su humo de sueños canta
sobre carriles siempre viejos
y siempre nuevas barricadas.
Para en la ciudad donde dejé
maletas llenas de recuerdos
y hay polizones jugando a la rayuela
entre estrellas, mar y miedos.
Allá a lo lejos tres castillos
por los que batalló mi infancia:
el blanco, el de ladrillo y el de cal
me llaman dulcemente en la distancia.
Y hay guerra hacia delante, mas no importa
si traigo tanta paz como dejé
y me acompañan compañeros fieles
que me guiarán hasta el amanecer.
He de irme ya pues no perdona el sol
que va quemando firme, vagón a vagón
al compás del ritmo del despertador,
llegamos a la última estación...
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