jueves, 3 de enero de 2013

No es extraño.

No es extraño que haya decidido amarte,
extraño es inmolarme en los desfiladeros de tu frente
e invocarte como un dios atávico
de una memoria más antigua
que mi corazón de dos milenios,
dos siglos y cuatro decenios,
que mi corazón de veintitrés inviernos.

Lo extraño es el baile de máscaras
donde la rosa esconde los pétalos
tras las espinas
y la luna sangra su tributo de horas
y los pergaminos se incendian
de noches en vela.

No es extraño que quiera amarte,
lo extraño es buscarte y no encontrarme,
buscarme y no encontrarte
y un latido tan seguido de un gemido
que marca las fronteras de la nieve dulce
en las que se ahoga la esperanza.

Lo extraño no es que duela amarte,
es perderte
por no haberte tenido surcando las mareas
con tu mirada esquife y tus anclas
que se hunden hasta la serenidad de lo seguro.

Cuán raro es todo, cuán insólita
la soledad que acota tempestades,
cuán tirano el deber de las cadenas
a las que tus palabras me condenan.

Lo extraño no es amarte,
es que sean tuyos, solo tuyos, estos versos
y sean mis manos las que los escriban.

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