sábado, 5 de enero de 2013

La traición de Diana.

No puedo escapar de mi ojo
y ser juez y testigo. No puedo, no debo
parir las aves de la libertad
en sílabas esdrújulas,
en respuestas llanas tras un final agudo.
Prometí ser yo y eso tiene sus limitaciones,
no comprenderte cuando te alzas
contra el sol en rebelión adelantada
ni cuando rodeas las aliteraciones de conciencia.

Pero sí comprendo el mar,
las mareas sonoras que sacuden tu cuerpo
y aunque no lo hiciera,
aunque no te entendiera nunca
ejercería mi transformación lunar
y me haría invisible para ti,
negra, negra noche
para calmar tu corazón.

Y el corzo traicionado de tus lágrimas
tal vez pudiera odiarme
y convertir tus manos en jauría,
más no irían contra mí sus dentelladas.
Morderías furibundo el vientre del mundo
y sobre los claros sanguinolentos
escribiría tu paz en mi silencio.

No puedo escapar de mi cuerpo
y ser juez y testigo, mas seré
la hierba que germine entre la sangre,
la muda cómplice del fin de la agonía.

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