viernes, 4 de enero de 2013

Toda tu ausencia es agua.

Toda tu ausencia es agua
de las manos lavadas
en el cuerpo, revueltas,
turbias, claros de obsidiana
donde licúa la muerte sus recuerdos.

Trataba tu blanca calavera
de encontrarme perdida,
exiliada de los carnavales,
curtida de máscaras
y lejos del fuego de las hogueras.
Pero me encuentro en llamas
a punto de ceniza pero estrellada aún
a salvo de la legislación de tu memoria.

Nada podría darte ahora
que no fuera carbonizado de horas
o remendado a ciegas. Las agujas
de romero que trasnochan tus días
se volvieron sal de los océanos,
ajenos ya, no de esas playas compartidas,
no nuestros ya,
no diestros. Están más cerca ahora,
o eso creo,
de la siniestra y luminosa alegoría.
Y te preguntarás de qué,
yo te respondo,
de los escritos condenados a la incompletitud
por no dar nunca fin
a lo acabado...

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